Por Pavel Marmanillo Barrio de Mendoza

A mediados de febrero de 2024, hace ya varias décadas, el ejército de ocupación sionista arrinconó a un millón y medio de palestinas y palestinos en contra de las cuerdas fronterizas egipcias que se erigían rápidas de concreto caliente y negación humanitaria. Los estupefacientes nacionalistas y teológicos del sionismo mundial representado por la beligerancia israelí tuvieron su último efecto mortal y diezmaron a una población palestina asustada, hambrienta, herida y mutilada.

Después de más de tres meses de bombardeos, no se supo más, como siempre fue, del pretexto que el ejército asesino usó para continuar con sus agresiones genocidas, apartheid y ocupación en contra de Gaza. Ya no se habló del derecho internacional que fue finalmente desterrado del sistema judicial mundial. Así ocurrió gracias a los actos criminales de Israel que quiso cumplir sus designios divinos sacrificando a quienes no atendían el abrevadero alucinógeno de su identidad religiosa y política. La palabra justicia dejó de existir junto con las otras: verdad y vida. El colapso claro de las pretensiones civilizatorias de occidente mostró por fin el gen agresor con el que algunos integrantes de la especie humana demuestran su existencia. La insidia, la maldad y la inquina se instauraron sin más fingimientos en un orden histórico que existió solapado y que de tanto pretender sus disimulos por fin se dejó ver como lo que siempre fue: la sed de poder construida en el aplastamiento de lo diferente como otredad amenazante y deshumanizada.

Así fue que, con los instintos destructores más acendrados, ese fatídico 2024, Israel indicó a los palestinos y palestinas que se dirigieran al sur, hacia Rafha donde se encontraba el único lugar ¨seguro¨ en la Franja de Gaza (el campo de concentración más grande del mundo y el más conocido digitalmente).  Así fue que se repetiría el hedor putrefacto de las mentiras sionistas que solamente buscan homicidios y se mostró brotando auténtico como tantas otras traiciones a la vida perpetradas desde la vena identitaria de este grupo de ungidos por vaya usted a saber qué dios.

Estos zombis de la guerra reclamaron con muerte sus supuestos derechos sin tiempo y mostraron repetidamente su obsesión por el robo de la tierra palestina. En este lugar los ríos rojos de sus profecías emanaron del caudal del ADN de palestinas y palestinos ejecutados por la belicosidad asesina de Israel, financiada por los dólares manchados de Estados Unidos y justificada por el servilismo timorato de Europa.

Hecatombe y silencio dolorido

La limpieza étnica no se consumó por esas trampas de la historia que terca escribe sus propias líneas. La obsesión de aniquilamiento de Israel contra Palestina más bien revirtió en una actitud mundial colectiva de verdadera solidaridad que desencadenó primero en el bloqueo masivo a los negocios de Israel en el mundo, sobre todo el de las armas. Uno a uno, los países infectados por esa actitud belicosa dejaron de comprarle armas probadas en el campo de batalla de su ocupación delirante. Uno a uno, los países dejaron de contratar a los agentes de Mossad como consultores de represión y secuestro de las voces disidentes contra las dictaduras asesinas. Uno a uno, los mecanismos diplomáticos dejaron de ser tibios y se convirtieron en sanciones económicas que no sólo se redujeron a no negociar con Israel, sino a embargarle sus cuentas en los paraísos fiscales conocidos y desconocidos. Uno a uno, los primeros ministros, ministros de guerra, senadores, generales, contratistas y soldados fueron llevados a las cortes criminales en África y fueron condenados a prisión perpetua y a sembrar árboles de oliva durante toda su vida. A Palestina se le reconocieron sus territorios históricos y se juntó con la Cisjordania diezmada, pero resistente. Todo esto fue favorecido por la caída del precio del oro a nivel mundial que devino en su pérdida de valor como reserva bancaria.

El ahogo aurífero y el stock parado de armas, misiles, fusiles Galil, tanques y domos de hierro estancaron a Israel en una suerte de naufragio económico con todos sus hangares de muerte llenos de armas sin compradores, porque además todos sus gestores estaban  cumpliendo condena o en juicios penales. A la par, mientras en Estados Unidos se distraía a la gente con una pelota y un bate, sus mecenas demócratas y republicanos no pudieron más con la demencia senil de su destino manifiesto propio y comenzaron a hacer implosionar su economía requiriéndole a Israel los cientos de billones de dólares que, desde 1947, habían financiado para convertirlo en el ejército más inmoral de la historia de la humanidad. En una epidemia de necesidad moral, los jefes de la máquina de auspicios sionista pararon su hacedor de dólares y quisieron pagar su deuda histórica con las poblaciones diezmadas por sus ancestros, los otros invasores.

Pausa.

No han pasado décadas después de febrero de 2024, Israel sigue siendo el ejemplo de genocidio, apatheid 2.0, ocupación y limpieza étnica. Israel sigue siendo el verdugo de palestinos y palestinas. El financiamiento norteamericano ha aumentado y el silencio cómplice y sirviente de Europa es más vital que nunca.

Sigue siendo la tercera semana de este mes en el que un millón y medio de palestinas y palestinos de Gaza, además de no poder enterrar ni llorar adecuadamente a sus muertos, esperan de hambre a que cualquier hora del día sea nuevamente la que se lleve a la vida desde los estruendos del fuego y los gritos. Sigue siendo este mes horrendo de este año doloroso en el que cada vez más la justicia es cándida utopía y la verdad una anécdota triste del mundo lejano.

Y, sin embargo, seguimos gritando Palestina libre, Palestina soberana, Palestina digna.