Por Pavel Marmanillo Barrio de Mendoza

Es abril del año 2024, las nociones algo ilusorias e idealistas de justicia y verdad han sido derrocadas por una maquinaria belicista y colonial. Los derechos humanos han sido abiertamente adjudicados a algunos integrantes del planeta que representan y obedecen a aquellos que dibujan el mapa geopolítico del mundo. Estos mismos derechos han sido derogados para los débiles y diferentes.

Las masacres y genocidios contra pueblos originarios han llenado de rojo la zona gris de la interpretación de la legislación internacional que, delirante y arrogante, erogó a la guerra marcos jurídicos y límites ¨éticos¨. La industria de las armas se desenmascaró como el ideal más alto del libre mercado que subordina al petróleo, los minerales, los fármacos, la ropa desechable y los autos para afianzarse en la aldea global proyectada por aquellas y aquellos que no saben que las flores tienen música ni que la vida vale en todas sus manifestaciones.

Israel y Estados Unidos son primos en primer grado de destinos manifiestos y divinidades parcializadas y se han erigido por encima de un proyecto paupérrimo de internacionalismos oportunistas que miran por debajo de la mesa a los commodities y se acomodan a lo que dicen los que fabrican guerras y promueven invasiones.

En el mundo de abajo, la cantidad de pérdidas humanas bajo la etiqueta beligerante es -además de incontable- dolorosa. Las cifras llenan infografías frías que apoyan abiertamente a Israel. El mercenarismo ha pasado a ser una profesión loable y promovida por los shekels, dólares y euros pagados semanalmente para estos nómades de la guerra que se disfrazan de judaísmo y sacian sus fauces voraces de sangre palestina, yemení, libanesa o siria. En este momento hay más de 100,000 mercenarios en Gaza que han llegado desde Sudáfrica, Francia, Países Bajos, Bélgica, Reino Unido y Latinoamérica para servir a los planes malévolos del sionismo que se apoya en la red comercial e informática en donde hay empresas de reclutamiento que ponen toda su potencia al servicio de los headhunters de la guerra para que estos reclutados sean los cazadores frívolos que felices ejecutarán a madres embarazadas y niños hambrientos. Estos actos no quedan desordenados en medio de los escombros y las fosas comunes palestinas. Al contrario, son registrados minuciosamente para que luego, las armas usadas en campo palestino, lleven la infame etiqueta de ¨Probado en campo de batalla¨. Esa etiqueta de control de calidad -al que ningún personaje siniestro pudo alcanzar en sus más oscuros delirios- se pasea en todos los países del mundo en armas israelíes compradas por gobiernos aliados a la idea armamentística.

En el mundo virtual, las redes sociales son el escenario también decadente donde se aplaude y anima a soldados sionistas y mercenarios de distinta nacionalidad que detentan la estrella de David en el pecho. Estos, poseídos por algún delirio inexplicable, muestran sus infamias con orgullo y un supuesto honor que los eleva. Los y las asesinas bailan al ritmo de música también embrutecedora al lado de tanques, fusiles y edificios palestinos destruidos por sus bombardeos y explosivos. El videojuego de la guerra se ha hecho real, o siempre lo fue, y los drones y armas sofisticadas son esos juguetes millonarios y extravagantes que entretienen a esas “niñas y niños” que juegan a ser héroes, que aspiran a parecerse a los personajes que aparecen en las pantallas que alimentan la idea de patriotismo desde el exterminio de la otredad y la negación de la diversidad.

La narrativa del soldado americano/sionista ha ganado a cualquier activista de paz o la misma gente palestina diezmada por sus bombas. Este narratorio es transmitido en todos los niveles de la gran maquinaria hacedora de opiniones y sentimientos. La gente consume estos cuentos y los replica, aplaude y normaliza. ¿Qué de malo tiene matar a terroristas? En toda guerra hay bajas civiles, los terroristas se esconden en medio de la población y ellos tiene la culpa de que la población se vea afectada. El pueblo sagrado de Israel tiene derecho a defenderse.

Todos estos titulares y más se han infiltrado en la vena del consumo colectivo de quienes no se dan un segundo de tregua para criticar a Israel y sus actos genocidas y coloniales. En esta distopia no existe ninguna policía del pensamiento, los mismos agentes de corroboración de narrativas son los usuarios respaldados por sus sesgos y disonancias cognitivas. La mal llamada libertad las y los ha hecho sujetos de opinión libre y de expresión sin tiempo. El establishment ha cuajado en goteras de décadas su ADN destructor y ciego. La mayoría de gente cree lo que ve en cada una de sus pantallas alimentada por sus propios datos, los algoritmos y las inteligencias artificiales. La sensibilidad por el dolor ajeno ha desaparecido y la empatía se usa como palabra clave en círculos industrializados de mindfulness y espiritualidad de consumo.

La idea de nación se ha reducido a un lugar entre físico y virtual que se delimita por la capacidad de acceder al mercado y de convertir los objetos de consumo en un elemento más para la identidad personal que alimenta la identidad industrial y viceversa.

Las armas se venden libremente en muchos lugares y en los que no hay réplicas de juguetes que siguen alimentando a las infancias con la ponzoña de poder matar con impunidad en nombre del heroísmo y la patria.

Israel bombardea uno, dos, tres, cuatro países en un día y no pasa nada. Destruye hospitales y asesina médicos y periodistas. Bombardea multitudes hambrientas y mata voluntarios que cocinan para personas que caen en el abismo de la hambruna, pero desde las salas de conferencias de prensa de la decadencia se les atribuye errores involuntarios y de cálculo instrumental.

La crítica anti-sionista es usada por enésima vez para decir antisemita o sacar la estrella de David del infierno del holocausto. La gente en el mundo protesta y es reprimida por los mismos gobiernos que tiene una tajada grande en la industria armamentista.

Esta sucesión de hechos no se detiene, la solución final contra los palestinos está apuntalada en el corazón del sionismo de Israel desde sus orígenes espurios y se hace único horizonte para quienes -desde el genocidio y la ocupación- encuentran el sentido de sus pobres vidas. Israel es el sueño de los que se han despojado de la humanidad noble y han deshumanizado a todo grupo que no se les parezca. Las armas, el genocidio, la invasión y el atropello son su único lenguaje, su modus operandi.