Por María Blanco

Para escribir del Salto me hace falta la ternura.

Hablar del Salto es hablar desde el coraje indomable, desde la esperanza testaruda alimentada de puro amor y dignidad. 

El camión nos dejó botados al pie de carretera, al lado de un grifo en Guadalajara, estado de Jalisco, en México. Al rato nos recogió Enrique en una camioneta. Íbamos a visitar a la organización Un Salto de Vida, compuesta por pobladores de El Salto y Juanacatlán, a ambos lados de la catarata del río Santiago, que luchan por sobrevivir en lo que se ha convertido en un desastre medioambiental.

“¿Tú estás en la organización?, pregunté.

“Yo estoy en retaguardia”, decía riéndose un poco. Señaló al lado izquierdo de la carretera y nos contó que aquel monte tremendo en realidad era un basural que el pueblo luchó hasta poder cerrar. “El basurero Laureles hasta hace dos años era el basurero que tenía más depósito de basura de todo el occidente de México. Ocho municipios tiraban más de 4000 toneladas de basura diariamente ahí, incluyendo la gran ciudad de Guadalajara. Son cien hectáreas con 25 metros de alto. Nos llevó once años pelear para que nos cerraran el basurero más grande de la metrópoli. Ganada la lucha, el municipio lo cubrió de tierra, pero por debajo sigue drenando sus lixiviados por pequeños arroyos al río Santiago. Cada municipio debería hacerse cargo de su propia basura, pero es que hay un negocio criminal de la basura”.

El pueblo de El Salto está envenenado por la basura y la industria, desagües y más de 700 fábricas vierten sus desechos tóxicos en el río Santiago, en cuya ribera yace el pueblo. La mayoría de sus habitantes son obligados por las circunstancias de contaminación a ir a trabajar como mano de obra barata, esclava, en las mismas industrias que lo destruyen todo. “No hay viejos aquí. La gente muere joven, de cáncer, de insuficiencia renal y de enfermedades respiratorias”.

Impactados por el relato de Enrique llegamos al espacio de la organización. Tras el portón de metal se abrió un pequeño bosque de árboles de tepemesquite y plantines. En un espacio cercado había chivos y cabras y más adentro gallinas. Unas jóvenes estaban trasplantando plantines. Tuve que suprimir el impulso de llorar al ver tanta ternura, un terco esfuerzo por la vida en medio de toda la muerte. David que no se rinde contra Goliat es el pueblo contra más de 700 empresas aliadas con el narcoestado.

Enrique siembra árboles por doquier, regala árboles a los amigos y vecinos. Sus favoritos son los tepemezquites porque son nativos de Jalisco. Él dice que los árboles son los guerreros de primera fila. Por eso impulsó la siembra de un pequeño bosque junto con los jóvenes de una prepa en Juanacatlán, al otro lado del río, justo donde el estado y las empresas tienen planificado un nuevo parque industrial.

Graciela nos recibió con los brazos abiertos, es ternura que fluye como el río, siempre tiene un cariño y una preocupación genuina para todos y cada uno de este pueblo del Salto. De una manera mágica logra hacer que cada persona con la que habla sienta que puede hacer algo por su comunidad. Graciela escucha, busca la manera, materna, apapacha y es el corazón de la organización. Ella congrega a personas diversas y de todos lados para que se unan a la lucha por la vida. La comida se multiplica como panes y peces y el círculo se agranda. Todos meten mano, traen cosas ricas y preparan. Alrededor de la mesa se encuentran Rebeca, Maritza y Tiburcia, habitantes y defensoras del Salto y Juanacatlán con académicos comprometidos con esta apuesta como Alan y Pedro. A veces vienen fotógrafos, artistas y músicos, que todos piensan en cómo contribuir.

Desayuno en el vivero antes de iniciar los talleres con universitarios de Guadalajara

Sofía creció en la lucha por el río. Desde muy joven ella convocó a raperos del norte al sur, del este al oeste contándoles sobre lo que pasa en el Salto. Los cantantes de rap se enternecieron con su lucha y el peruano Pedro Mo fue, junto a otros, a hacer un tema llamado Rapocalipsis sobre el río, sobre este pueblo que está siendo contaminado pero que se niega a aceptar su condición de víctima silenciosa. Sofía organizaba festivales de jóvenes con música y arte. Durante la pandemia sistematizó el material y los audiovisuales de veinte años de lucha y resistencia en un súper pdf: TOUR DEL HORROR 150824

Monitorea puntos de medición de contaminación de aire y suelo que se ha logrado en un trabajo conjunto con la universidad. Sofía y Graciela van tocando puertas, de casa en casa, alcanzándole a cada vecina y vecino un plantín y ofreciendo a los pobladores que se sienten enfermos y temen por su salud, que se hagan exámenes de sangre y orina para poder detectar si sus cuerpos están contaminados, si tienen cáncer o insuficiencia renal. Es un trabajo que Un Salto de Vida ha logrado realizar junto con la Universidad de Guadalajara y entes locales de salud. También han logrado que las personas que participan de la investigación y que sean detectadas con enfermedades reciban tratamiento sin costo. Todo esto es el resultado de una terca labor de gestión con diversas instituciones, de exigir justicia para un pueblo que vive en lo que se ha convertido en una zona de sacrificio, donde el capital y el estado deciden sacrificar al agua, a la tierra, a los animales y a los seres humanos. Aquí se permite la muerte de todo lo vivo, el hedor de un río que en tiempos pasados fue vida. Es un crimen a plena luz del día. Aquí reinan empresas como IBM, Google, Amazon y chocolates Hersheys. Aquí están empresas que producen agroquímicos.

Un Salto de Vida de vez en cuando lleva a visitantes a lo que llaman el “Tour del Horror”, un tour de la contaminación, que empieza con un paseo por el parque industrial, donde a lo largo del camino pasamos por industrias químicas, que si explotaran matarían a todas las personas a varios kilómetros a la redonda. Es ilegal que una industria de tal índole se encuentre al lado de viviendas y, sin embargo, allí al lado vive gente. Vemos al río Santiago, donde Maritza nos cuenta que vienen aves migratorias que allí se mueren por la contaminación. El tour sigue a un lugar donde el agua de varias de las industrias desemboca en el río. Acompañamos a un grupo de estudiantes de medicina de la Universidad de Guadalajara en este tour. La contaminación es tal que hemos recibido instrucciones de usar mascarilla, manga larga y cubrir la piel en lo posible. Llegando a casa tenemos que quitarnos la ropa, lavarla y bañarnos con agua fría para que no se abran los poros de la piel. Uno de los estudiantes vomita por el hedor que emana del río. Nuestros ojos arden. Cuenta Pedro que un niño que se cayó al río murió por la contaminación.

Llegamos al final del tour, a la cascada del Niágara mexicano, al salto que le dio nombre al pueblo que vive a sus riberas. Aquí se hizo una presa de agua que le quitó mucho al fluyente, pero aún así la cascada es majestuosa. Los más de mil tóxicos que las industrias vierten al río se abaten con la gran caída y allí abajo se crea una espuma blanca, parecida a la que se produce al lavar ropa con detergente pero más densa, casi esponjosa. Esa espuma se va volando, se disuelve en el aire y de manera invisible invade al pueblo, a los pulmones de las personas, las micropartículas penetran en la piel.

Pienso en mi río, allá en Cusco, en el río Urubamba, que me gusta llamar por su antiguo nombre en quechua, Willcamayu, Río Sagrado. Pienso en cómo apesta el río cuando atraviesa el pueblo de Pisaq y cómo con los ojos humedecidos y mirándonos con profunda pena tuvimos que explicarle a nuestra hija cuando pequeña que el río sagrado está envenenado. Las aguas negras de la ciudad del Cusco se vierten a ese río. ¿Qué podemos hacer nosotros, que estamos río abajo? Pensamos que no podemos hacer nada, que es una lucha perdida, imposible. Pero ahora sé que es prohibido rendirse. ¿Qué es la vida sin el río? Estamos nosotros también condenados si lo está el agua.

“Esta es mi casa, por la que lloro, por la que río, por la que me levanto, por la que sueño”, dice Graciela mientras mira la cascada.

Aquí puedes leer toda la información en relación a la lucha de Un Salto de Vida.

TOUR DEL HORROR