Por Pavel Marmanillo Barrio de Mendoza
Los pasados 11 meses, Israel ha demostrado de manera concentrada y escalada su oficio asesino, que no es más que una de las cualidades nefastas más sofisticadas del ente colonial, sino la más financiada y apoyada por la máquina de guerra occidental desde hace más de siete décadas.
En este tiempo, una bruma mortuoria recorre Palestina que está llena de gritos silenciados por la maldad encarnizada en soldados y generales del IOF (Fuerzas de ocupación israelíes, por sus siglas en Inglés), en primeros ministros y ministros de la guerra, del asedio y del robo de tierras palestinas. La intención más aciaga de Israel está hecha de las mismas sustancias con las que el delirio -también nefasto- exterminó a millones de los abuelos y abuelas de los colonos europeos que hoy ocupan Palestina y claman ser “originarios”, además de desconocer cualquier historia previa que considere la existencia de palestinas y palestinos y los relacione con el territorio que les está siendo robado día a día con la impunidad característica de los agentes imperialistas.
El estadío natural para los ladrones de tierra, más allá de asesinar infancias, mujeres, activistas y ancianos en Gaza y de haber incurrido en un acto deliberado de ecocidio de más de 800 mil árboles de oliva, es destruir completamente Gaza y seguir expandiendo los asentamientos ilegales en Cisjordania. Cuando le preguntaron al sionista Ben Gurion, hasta dónde llegaban las fronteras de Israel, respondió: “hasta donde las botas del último soldado israelí lleguen”.
Esto muestra el la continuación lasciva y espuria del hilo conductor del discurso sionista. Su espíritu colonialista no solo se detendría en los Territorios Palestinos, sino en el tiempo donde, ya ni la muerte, puede detener sus delirios expansionistas. Así, desde hace décadas, el avance belicista de Israel ha anexado ilegalmente Territorios Palestinos a su ya ilegal territorio robado desde hace décadas.
En Tel Aviv, una escena que dibuja la forma de pensar estupefaciente de muchos y muchas israelíes es esa en la que decenas de miles de personas salieron el domingo a protestar en esta ciudad, para reclamar por la muerte de seis ciudadanos israelíes asesinados por los propios bombardeos de su ejército, cosa que -por supuesto- fue negada por Netanyahu y -al contrario- cargada a Hamás. Al día siguiente, se paralizó el sistema colonial israelí desde dentro por la convocatoria del jefe de sindicatos israelíes. Lo resaltante de esto es que las peticiones y protestas se centraron en la indignación de seis personas muertas en la guerra que Israel lleva a cabo en contra de Gaza, en contra de Palestina, pero no se mencionaron a los más de cuarenta mil palestinos y palestinas asesinadas por Israel con las mismas bombas con las que los seis israelíes fueron muertos.
Estas dobles miradas frente al valor de la vida muestran de manera clara cómo se ven a sí mismas las personas con pasaporte israelí y cómo ven a las personas palestinas. No hay ninguna equivalencia de igualdad frente a los derechos humanos y ni siquiera teológicos. Y de haberla, en el mejor de los casos, se habla de que la vida de un israelí vale por mil palestinas. Y ese espejismo afilado de las estadísticas parece mostrarnos que el camino por el que hoy recorre la historia está asfaltado con sangre palestina.
Como hijo majadero con rasgos psicopáticos, Israel atraviesa las fronteras legales y morales con discursos balbucientes recreados a cada momento para justificar sus infamias. Mira de reojo a la servil Unión Europea y con entusiasmo a Estados Unidos -que desde su propia psicopatía- le inyecta dinero a su operador militar en Medio Oriente. Y la máquina sigue lubricada y potenciada por los dólares gastados en armamento y ayuda militar que no saciarán la voracidad destructora de esos humanos que han superado con sus oficios pérfidos toda pesadilla distópica.
A fines de agosto, Israel invadió Jenin y la sitió por diez días, hasta que hoy: 6 de septiembre, las tropas invasoras se retiraron después de dejar destrucción y terror, muerte y amenaza, la clásica ameniza de quienes quieren dominar con el miedo y el cañón.
Todas estas aristas aparentemente desordenadas corresponden al accionar de la monstruosidad que devela el ente imperialista encarnado en el “pueblo elegido”. Ya lo dijimos, estos humanos delirantes quieren conquistar hasta las fronteras del tiempo.